jueves, 21 de julio de 2011

Secretos inconfesables en el País de las Maravillas

Alicia llevaba ya tiempo esperando por el hombre perfecto. Aquel caballero de brillante armadura que la sacara de su encierro y la hiciera suya todas las noches de su vida. No se había entregado a nadie en mucho tiempo porque ninguno era el adecuado. Y ninguno lo sería porque ninguno era Él. Poco importaba que Él no estuviera disponible; peor aún, no importaba que Él no la tuviera en cuenta. Pero Alicia sabe que hasta en su País de las Maravillas todo tiene su fin. Eso y y también que las personas tienen necesidades, algunas más urgentes que otras. Por eso Alicia no se extrañó de que una noche de luna llena y cielo estrellado se encontrara llamando a Bautista... Y a Carlos... Y también a David.

No le remordió la conciencia cuando llegó Bautista y sin mediar palabra la agarró por detrás y le apartó con la mano izquierda los oscuros cabellos para poder mordisquearle suavemente el lóbulo de su oreja derecha mientras con los dedos de la mano derecha intentaba sintonizar alguna melodía romántica con su pezón derecho. Ni pensó en Él cuando poco a poco Bautista fue besando sus hombros desnudos y dulcemente deslizó con sus dedos los tirantes de su camisón de seda que cayó al suelo ya sin marcha atrás. Alicia le dejó que siguiera bajando tiernamente, apenas rozándole la piel perfumada con agua de rosas, hasta llegar allí donde la espalda pierde su casto nombre. Dejó que le separara las piernas mientras ella se perdía sin remedio entre los laberintos rizados de los cabellos de él.
No se sintió culpable cuando apareció Carlos y, cogiéndole el rostro con ambas manos para poder mirarla a los ojos, la besó con una pasión y un deseo desmedidos. Alicia se inclinó suavemente hacia adelante cuando Carlos con su vigor ya encendido le sugirió el movimiento cubriendo con sus manos los pechos de ella. Con delicadeza, suavemente aunque ya no era necesario, Carlos empujó hasta ese punto en el que si llegas las caderas de cualquier mujer se mueven solas por el deseo, y le arrancó a ella otro profundo suspiro de sus carnosos labios. En ese momento llegó David y a Alicia le encantó comprobar que a pesar de su enorme tamaño, encajaba a la perfección entre sus labios ansiosos que lo devoraron sin parar hasta que al final por todas partes brotaron los elixires de todos ellos.

Más tarde esa misma noche, cuando Alicia volvió de su País de las Maravillas, deseó que todo aquello fuera cierto y no sólo el sueño de una ardiente noche de verano.

7 comentarios:

Contraindicado dijo...

Parece que Alicia encontró maravillas en su país...me ha encantado saber de ayla,digo de Alicia ...siendo viernes has llegado a tiempo... Buen finde y disfruta mas que Alicia... Besotes!!!

raindrop dijo...

Confesados secretos inconfesables...
Cómo imaginar que la encrucijada entre Lewis Carroll y William Shakespeare pudiera acercarnos hasta Anaïs Nin.


besos

Ayla dijo...

Jejeje, Alicia es una idea, un proyecto q prosperará... o no. ¿quién sabe? Y aquí, donde casi nadie me conoce, me atrevo a confesar mis secretos inconfesables. Gracias por tu comentario, raindrop.

Querido Contraindicando, de momento a pares sólo los hombros, pero espero q eso cambie ;)

Buen finde a los dos.

Bsps

Contraindicado dijo...

No me cabe ninguna duda de que cambiará... Besotes!!!

Petri dijo...

Unos secretos deliciosos .. :))
Un relato estupendo

Ricardo Miñana dijo...

Bonito relato, escribes muy bien y tienes un bello blog.
que tengas una feliz semana.
un abrazo.

Ayla dijo...

Vaya, muchas gracias a los dos!! Quizá prospere mi Alicia...

Bsos