martes, 30 de agosto de 2011

Amores prohibidos

Hablando con él, Alicia siempre se siente comprendida. Tienen el tipo de relación en el que cuando uno empieza una frase, el otro la termina. Una amistad fraguada tras horas y horas de conversaciones y noches sin dormir por no poder dejar de hablar el uno con el otro. Mirándose al corazón de un modo tan puro que no tiene sentido no quemarse, no lanzarse al vacío a comprobar qué hay detrás de esas palabras. Se conocen. Se conocen los dos tan bien que probablemente es imposible que lo que sea que haya entre ellos saliera mal pasara lo que pasara.

Alicia lleva meses fantaseando con lo grande que la tiene él gracias a un comentario que él dejó caer la noche que se contaron su primera vez. Y él la ve en sus sueños saliendo de la ducha con los cabellos mojados chorreándole por el resto del cuerpo y la piel de gallina. Y la quiere envolver con una toalla suave y caliente sólo por un instante. Tan sólo por un instante para poder abrazarla un segundo antes de que su pasión contenida se desate y la bese intensamente en la boca. Antes de que ella le desabroche los botones del pantalón y compruebe ansiosa que él no mentía. Antes de que Alicia se rinda y rodee el cuerpo de él con sus largas piernas. Antes de que él descargue toda su pasión dentro de ella. Y antes de que se haga tarde y se den cuenta de que todo estaba en su imaginación. Antes de que Alicia huya a su País de las Maravillas y de que él vuelva a su cruda realidad.

Porque entre Alicia y él nunca pasará nada. Porque él no jugaba para no perder y Alicia hacía trampas para no ganar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

mmmmhhhh, qué sensual!!!!!!, me gusta la última frase;)